Por: Antonio Barrios,
Caracas, 11 Sep. AVN.- Dos banderas se
agitan en los alrededores del Palacio de Miraflores, en Caracas: Una
tiene estampada el rostro de Salvador Allende, líder de la Unidad
Popular en Chile y la otra muestra la cara del líder de la Revolución
Bolivariana, Hugo Chávez. Ambas ondean con la fuerza de un mismo viento,
este 11 de septiembre de 2013.
Las banderas venían de la Plaza Venezuela, los que la alzaban habían caminado durante dos horas, acompañados por una marea de pueblo que levantaba pancartas con frases de Allende y de Chávez: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”, “Pacto con el pueblo no con la burguesía”.
Con su espíritu antifascista y antiimperialista, la marcha conmemoró los cuarenta años del golpe militar que bombardeó el Palacio de la Moneda con el presidente Salvador Allende en su interior y derrocó el gobierno de la Unidad Popular, en Chile, en 1973.
En su recorrido, la marea antifascista llegó al Puente Llaguno, donde 11 años atrás el pueblo venezolano defendió la constitucionalidad y el proceso revolucionario frente a un golpe de estado en ejecución aquellos días de abril de 2012.
Los caminantes prosiguieron hasta el Balcón del Pueblo, en Miraflores, desde donde Chávez acostumbraba a comunicarse directamente con los venezolanos. Allí, el colectivo cultural Violeta Parra, de Maracay, ilustró con histrionismo la fuerza del poder popular frente a los fascistas.
Hans Magaña, joven chileno, disfrazado con uniforme nazi, hacía el papel de un dictador que azotaba a un pueblo encadenado, pero minutos después los ciudadanos hartos de la represión, se revelaban y abalanzaban sobre el fascista. “Luchando, creando, poder popular”, gritaban, así planteaban vengar la muerte de Salvador Allende.
“Somos un colectivo de jóvenes que vinimos a aprender, internándonos en la Revolución Bolivariana, y desde acá adquirir la mayor cantidad de conocimientos y experiencia de lucha y de organización popular para llevar a cabo un proceso de cambio social en nuestro país”, dijo Magaña quien tiene seis años en el país.
Sus familiares quizá vivieron la crudeza del régimen de Augusto Pinochet, pero el joven asegura que algunas personas de esa generación que sufrió la dictadura, preferían callar las experiencias dolorosas a sus hijos.
Dos años después de que Pinochet dirigiera el bombardeo al Palacio de la Moneda e instalara en Chile la política de las persecuciones, ejecuciones, torturas y desapariciones, llegó a Venezuela Jenny Miranda. Su familia decidió escapar del miedo instaurado en su país. Ella tenía apenas 17 años.
“Mi abuela fue presa política durante tres años, mi madre fue presa un año y mi hermano menor también, pero dentro del dolor acumulado durante 40 años hay un optimismo muy grande porque Chávez nos devolvió una fe, nos renovó el espíritu revolucionario, y aunque el fascismo quiere renacer, ahora es diferente, no somos los mismos, ya crecimos”, apuntó.
Miranda, era una de las que gritaba “luchando, creando, poder popular”, desde el Palacio de Miraflores, rodeada del pueblo venezolano agolpado, que decía consignas y alzaba imágenes de los líderes latinoamericanos Allende y Chávez.
Más tarde, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, señaló similitudes de estos dos hombres. Desde la tarima recordó al líder socialista chileno como un verdadero político que conectó sus ideas con el corazón del pueblo y lo emparentó con el líder de la Revolución Bolivariana y su sensibilidad.
La imagen de Allende también estaba en el cuadro que alzaba el historiador Peter Mendoza, frente al Balcón del Pueblo. Era una fotografía oficial del Presidente chileno, que sobrevivió los 17 años de dictadura pinochetista y llegó a Venezuela.
“Es su imagen altiva y leal al pueblo que, 40 años después, se realza. Mientras tanto sus enemigos se encuentran en el basurero de la historia”, apuntó Mendoza.
De manos de Maduro, el escritor Eduardo Galeano recibió la Orden Simón Rodríguez y habló del llamado Samuel Robinson, a quien tildaron de loco, porque fue capaz de hacer una revolución educativa de América Latina. Pero el día anterior, el autor uruguayo había hablado de Rosa Luxenburgo, asesinada en Berlín con golpes de fusil y arrojada a las aguas de un canal.
“En el camino perdió un zapato. Alguna mano recogió ese zapato tirado en el barro. Rosa había vivido su vida entera peleando por un mundo donde la justicia no sería sacrificada en nombre de la libertad, ni la libertad sería sacrificada en nombre de la justicia. Cada día, alguna mano recoge esa bandera tirada en el barro, como el zapato”.
Así como Rosa, fue desplazado con balas y bombas el líder de la Unidad Popular, quien no abandonó su puesto en el Palacio de la Moneda, mientras que el Comandante de la Revolución Bolivariana, sucumbió ante un cáncer cuyas sospechas de inoculación se incrementan.
Este 11 de septiembre de 2013, dos banderas ondean con la fuerza de un mismo viento, una tiene estampado el rostro de Salvador Allende y la otra muestra la cara de Hugo Chávez, a ambas las alza el pueblo, un pueblo que, como dijo Jenny Miranda, no es el mismo de hace 40 años.
Antonio Barrios. AVN
11/09/2013 19:21
Las banderas venían de la Plaza Venezuela, los que la alzaban habían caminado durante dos horas, acompañados por una marea de pueblo que levantaba pancartas con frases de Allende y de Chávez: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”, “Pacto con el pueblo no con la burguesía”.
Con su espíritu antifascista y antiimperialista, la marcha conmemoró los cuarenta años del golpe militar que bombardeó el Palacio de la Moneda con el presidente Salvador Allende en su interior y derrocó el gobierno de la Unidad Popular, en Chile, en 1973.
En su recorrido, la marea antifascista llegó al Puente Llaguno, donde 11 años atrás el pueblo venezolano defendió la constitucionalidad y el proceso revolucionario frente a un golpe de estado en ejecución aquellos días de abril de 2012.
Los caminantes prosiguieron hasta el Balcón del Pueblo, en Miraflores, desde donde Chávez acostumbraba a comunicarse directamente con los venezolanos. Allí, el colectivo cultural Violeta Parra, de Maracay, ilustró con histrionismo la fuerza del poder popular frente a los fascistas.
Hans Magaña, joven chileno, disfrazado con uniforme nazi, hacía el papel de un dictador que azotaba a un pueblo encadenado, pero minutos después los ciudadanos hartos de la represión, se revelaban y abalanzaban sobre el fascista. “Luchando, creando, poder popular”, gritaban, así planteaban vengar la muerte de Salvador Allende.
“Somos un colectivo de jóvenes que vinimos a aprender, internándonos en la Revolución Bolivariana, y desde acá adquirir la mayor cantidad de conocimientos y experiencia de lucha y de organización popular para llevar a cabo un proceso de cambio social en nuestro país”, dijo Magaña quien tiene seis años en el país.
Sus familiares quizá vivieron la crudeza del régimen de Augusto Pinochet, pero el joven asegura que algunas personas de esa generación que sufrió la dictadura, preferían callar las experiencias dolorosas a sus hijos.
Dos años después de que Pinochet dirigiera el bombardeo al Palacio de la Moneda e instalara en Chile la política de las persecuciones, ejecuciones, torturas y desapariciones, llegó a Venezuela Jenny Miranda. Su familia decidió escapar del miedo instaurado en su país. Ella tenía apenas 17 años.
“Mi abuela fue presa política durante tres años, mi madre fue presa un año y mi hermano menor también, pero dentro del dolor acumulado durante 40 años hay un optimismo muy grande porque Chávez nos devolvió una fe, nos renovó el espíritu revolucionario, y aunque el fascismo quiere renacer, ahora es diferente, no somos los mismos, ya crecimos”, apuntó.
Miranda, era una de las que gritaba “luchando, creando, poder popular”, desde el Palacio de Miraflores, rodeada del pueblo venezolano agolpado, que decía consignas y alzaba imágenes de los líderes latinoamericanos Allende y Chávez.
Más tarde, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, señaló similitudes de estos dos hombres. Desde la tarima recordó al líder socialista chileno como un verdadero político que conectó sus ideas con el corazón del pueblo y lo emparentó con el líder de la Revolución Bolivariana y su sensibilidad.
La imagen de Allende también estaba en el cuadro que alzaba el historiador Peter Mendoza, frente al Balcón del Pueblo. Era una fotografía oficial del Presidente chileno, que sobrevivió los 17 años de dictadura pinochetista y llegó a Venezuela.
“Es su imagen altiva y leal al pueblo que, 40 años después, se realza. Mientras tanto sus enemigos se encuentran en el basurero de la historia”, apuntó Mendoza.
De manos de Maduro, el escritor Eduardo Galeano recibió la Orden Simón Rodríguez y habló del llamado Samuel Robinson, a quien tildaron de loco, porque fue capaz de hacer una revolución educativa de América Latina. Pero el día anterior, el autor uruguayo había hablado de Rosa Luxenburgo, asesinada en Berlín con golpes de fusil y arrojada a las aguas de un canal.
“En el camino perdió un zapato. Alguna mano recogió ese zapato tirado en el barro. Rosa había vivido su vida entera peleando por un mundo donde la justicia no sería sacrificada en nombre de la libertad, ni la libertad sería sacrificada en nombre de la justicia. Cada día, alguna mano recoge esa bandera tirada en el barro, como el zapato”.
Así como Rosa, fue desplazado con balas y bombas el líder de la Unidad Popular, quien no abandonó su puesto en el Palacio de la Moneda, mientras que el Comandante de la Revolución Bolivariana, sucumbió ante un cáncer cuyas sospechas de inoculación se incrementan.
Este 11 de septiembre de 2013, dos banderas ondean con la fuerza de un mismo viento, una tiene estampado el rostro de Salvador Allende y la otra muestra la cara de Hugo Chávez, a ambas las alza el pueblo, un pueblo que, como dijo Jenny Miranda, no es el mismo de hace 40 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario